¿Liderazgo de Principios o de Valores? Miguel A. Terán

Comencemos afirmando que necesitamos líderes basados en principios, cuyos valores reflejen con precisión el espíritu o la razón de los principios. Y es esta afirmación, la que trataremos de explicar, razonar y justificar en las siguientes líneas.

Es usual criticar a las personas por su “falta de valores”, pero la realidad es que todos tenemos valores, solo que –quizá- diferentes o en otra gradación o prioridad.  Comúnmente, confundimos valores y principios, por lo cual llegamos a considerar ambas palabras como sinónimos y las utilizamos indistintamente, pero en realidad son dos conceptos.

El diccionario define un «Principio» como la base, origen o razón fundamental sobre la cual se procede a pensar o reflexionar en cualquier materia. Los principios, son reglas o normas profundas -de carácter general, universal e intemporal – que orientan la acción de los seres humanos y gobiernan las consecuencias de sus conductas.

Los principios han estado presentes en culturas, doctrinas, religiones y sociedades a lo largo de la historia de la humanidad; porque –sin excepción- su sentido,  vigencia y validez abarca todos los tiempos, culturas y entornos. Los principios no dependen de percepciones ni interpretaciones basadas en puntos de vista, perspectivas o modas personales o culturales, son –simplemente- leyes de aplicación universal.   

El otro tema que pretendemos aclarar y diferenciar en este artículo es el concepto de «Valor». En palabras sencillas, podemos considerar que un valor es la forma o la manera como comprendemos, interpretamos y aplicamos un principio. Los valores se derivan de los principios, sus raíces están en los principios.  Pero, los valores resultan ser un producto cultural, porque están influenciados y determinados por sociedades, tiempos y entornos culturales, y se sostienen en creencias y paradigmas transmitidos y reafirmados culturalmente, a través de la familia, la escuela, la religión, el trabajo y la comunidad, representando  aquello que como miembros de una particular sociedad orienta nuestras motivaciones, decisiones y acciones.

Aunque -en teoría- los valores no deberían estar alejados de los principios, porque originalmente se unen en sus raíces, en la práctica si se alejan. Hoy día es preocupante la crisis de valores de nuestras sociedades. Escasean reales valores y nos hemos llenado de pseudos o falsos valores, cada vez más alejados y divorciados de los principios. Inclusive, los valores tradicionales, cercanos a los principios, han ido desapareciendo o flexibilizándose, de tal manera que ya son otra cosa.

En estos tiempos y sociedades, el «Relativismo», concepto que –contrariamente a los principios- afirma “que los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino que solo poseen una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de referencia”,  ha llenado los valores de conductas flexibles, cosméticas, pragmáticas y utilitarias,  dañinas para a la sociedad  y sus integrantes, pero socialmente aceptadas. Ya se reconoce la existencia de una “Ética Situacional”, que permite al individuo ser “más o menos ético” dependiendo de la particular situación o conveniencia, todo un ejemplo de decadencia humana y social.   Pero, al final del día, la realidad es que no podemos violar un principio sin sufrir consecuencias, más temprano que tarde.

Como expresamos al inicio del artículo, todos tenemos valores, hasta un delincuente tiene “valores”, sus propios valores o comparte y acepta los de su grupo delictivo de referencia, lo que no tiene –o solo posee escasamente- son principios. Un líder político con seguridad comparte y pone  en práctica los valores de su partido, pero si dichos valores no están centrados en principios, responderán más a intereses partidistas, grupales o personales que a un interés social; por lo cual, el repertorio de decisiones y conductas de ese político reflejara esa falta de sintonía con la realidad social y esa desconexión con el impacto en el tiempo de sus acciones de hoy.

No obstante, es necesario aclarar que las consecuencias de nuestra conducta –positivas o negativas- están relacionadas con los principios, no con nuestros valores; por ello,  es indispensable valorar, respetar y alinear nuestros valores a esos principios. Considerar que transitamos por un camino de valores, pero mimetizados o adaptados al entorno, las circunstancias e intereses particulares, mientras dejamos a la vera u orilla del camino los principios, estaremos yendo en la dirección equivocada.

Las leyes naturales son ejemplos de principios físicos, y podemos apoyarnos en ellas para aclarar este tema de las consecuencias de la conducta, utilizando por ejemplo la fuerza de gravedad, que es un principio. El hecho de negarla a través de algún particular valor,  tal como la «Valentía» o la «Tenacidad», no significa que no caeremos al piso si decidimos saltar desde alguna altura.

“Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”, afirmaba la filósofa y escritora Ayn Rand. Como podemos observar, el valor rige la conducta, “saltar”; pero el principio, rige el resultado, “caer”, y por supuesto, golpearnos.

Consideremos, otro ejemplo, relacionado con la «Eficacia», como valor, que hace referencia al «logro de los resultados esperados». El hecho es que si el líder posee este valor (eficacia), pero  inadecuadamente alineado con los principios que lo rigen, tales como el «Amor y el respeto al prójimo»  o con otros valores, como la benevolencia, diálogo, empatía, estímulo, etcétera; resultará que la eficacia enfocada «solo en el logro de resultados», a mediano o largo plazo será negativa tanto para el líder, como para sus seguidores y  el sistema.

Sin embargo, en el liderazgo –en diferentes entornos- comúnmente ocurre que el líder sumido en su “sueño” y envanecido por el poder, pierde contacto con su yo interior, con su entorno y se aleja de los principios, creando y dando forma a sus propios valores o distorsionando y manipulando los valores originales de ese entorno. Podemos afirmar que la distorsión de los valores y la correspondiente violación de los principios no concluirán en nada bueno.

Un caso común de esa discrepancia entre valores y principios, lo refería el consultor Steven Covey cuando reconocía que muchas personas afirman que “Negocio es negocio” y que la “ética” y los “principios” a veces tienen que ocupar un segundo lugar ante las ganancias. El mismo Covey planteaba como reflexión que no podemos aspirar tener éxito a lo largo del tiempo,  sí tratamos de utilizar  estrategias y tácticas manipulativas para conseguir que otras personas hagan lo que queremos, mientras tenemos deficiencias de carácter y nuestras competencias sean cuestionables.

Entonces, es vital tomar conciencia de la importancia de acercar y solapar nuestros valores a los principios que los rigen, porque ello permitirá ir más allá de los valores,  para hacer contacto con los principios. Tengamos presente, como dijimos líneas atrás, que los valores son internos, subjetivos y relativos, por tanto cuestionables. Si bien es cierto, que los valores se derivan de los principios, éstos son alterados y distorsionados por los elementos culturales en los distintos entornos (Social, familiar, laboral, religioso, político, etcétera).

En conclusión, para comprender estos conceptos es muy importante reconocer que los valores gobiernan las conductas de las personas, pero los principios gobiernan las consecuencias de esas conductas. Los principios son en blanco o negro, mientras los valores –aunque no deberían- pueden tener tonos, y “allí está el detalle”, como dijo el famoso actor mexicano Mario Moreno “Cantinflas”.

Si un líder desea trascender y dejar un legado de utilidad para los integrantes y el sistema, requiere poseer una escala de valores personales basados y centrados en principios. Al centrase en principios, el  líder cultivará -continúa y permanentemente- su conciencia, trascendiendo y visualizando los resultados de su gestión en el tiempo, reconociendo que en el hoy está construyendo el mañana. Guiado por principios, el líder, tendrá en éstos una brújula para dirigirse en adecuada dirección en beneficio de todo y de todos.

Miguel A. Terán

www.lidervoice.com

http://www.miguelterancoach.blogspot.com

Octubre 13, 2016.

Referencias: Wikipedia y Diccionario de la Real Academia Española (RAE)

Publicado por

Miguel A. Terán

Psicólogo especialista en Desarrollo de Líderes y Organizaciones, Coach Certificado, Diplomado en PNL y Psicología Positiva, Certificado en Gestión de Recursos Humanos. Ha ejercido cargos de gerencia y dirección regional en el área de latino-américa, para importantes empresas (PwC-PricewaterhouseCoopers, GSK-GlaxoSmithKline, Quaker Oats Company, entre otras). Profesor universitario (UCV), Coach Organizacional, de Liderazgo, Profesional y de Negocios. Escritor, Orador, Entrenador e Instructor en Programas de Formación y Desarrollo Ejecutivo, Gerencial y de Liderazgo.

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