Liderazgo de leyes o liderazgo moral. Miguel A. Terán

Un líder debe transitar por el camino legal, siempre y cuando, ello no discrepe del camino de lo moral. La razón es simple, la violación o incumplimiento de una norma moral produce un daño más profundo, extendido y permanente en la conciencia cultural y en el ADN de un individuo, grupo de individuos, comunidad o sociedad que el incumplimiento de una ley civil.

Lo lógico sería que las leyes o normas civiles tuvieran como fundamento las leyes o normas morales; sin embargo, no siempre ocurre así, ya que muchas veces las leyes o normas legales resultan de racionalizaciones, condiciones coyunturales, intereses o situaciones particulares o grupales.

Comencemos ratificando que las leyes, son normas jurídicas  establecidas por la sociedad, a través de sus representantes, dirigidas a regir o regular la vida de la comunidad o sociedad. El objetivo teórico de las leyes es la sana convivencia y el bienestar colectivo. Para ello, las leyes estipulan un conjunto de reglas que establecen las conductas de los ciudadanos o de los miembros de las instituciones de una sociedad o comunidad en cuanto a sus derechos, deberes, obligaciones y prohibiciones, y  ellas también definen las sanciones o castigos que conlleva el incumplimiento, violación o irrespeto a lo establecido.

En la perspectiva moral, podemos afirmar que las normas morales están basadas en nuestra particular o social concepción del bien y el mal. No están escritas ni tienen precisas sanciones, tal cual las legales, pero incumplirlas debería producir a quien lo hace un remordimiento de conciencia.

La diferencia entre ambas, las legales y las morales,   radica en que las leyes o normas legales las establece o las impone formalmente la sociedad, mientras las normas morales son impuestas por nuestra conciencia individual o colectiva; en otras palabras, nos las imponemos a nosotros mismos.

En teoría,  incumplir alguna normal moral, debería hacernos sentir mal  -como expresamos líneas atrás- porque sabemos que no hicimos lo que era correcto; sin embargo, ello depende del contexto y los valores familiares o del entorno cultural en el cual nos criamos y crecimos. Por ejemplo, haber crecido en una familia de corruptos, podría hacer que veamos la corrupción como algo normal y concebirla como una forma “razonable” de vivir y hacer dinero, justificaciones tendremos de sobra para sustentar nuestra opinión.

De hecho, es común encontrar discrepancias leves y grandes entre las leyes o normas legales y las normas morales, demostrando que no siempre caminan de la mano. Un triste refrán popular afirma que “Quien hizo la ley hizo la trampa”, haciendo alusión a quien busca alternativas para eludir, quebrantar o violar una ley en su beneficio propio. Encontrarle la “vuelta legal” a la ley para incumplirla o violarla sin penalidad, libera de obligaciones y cargas económicas, financieras o legales, pero no exime del incumplimiento moral de la misma. Y, más temprano que tarde, ello afectará a todo el sistema social, incluyendo a quien se benefició al quebrantar la ley.

Cuando la brecha entre las leyes civiles y las normas morales se agiganta, el sistema social tiende a deteriorarse. Al crecer esta brecha, lo que es común –hoy día- en muchas de nuestras sociedades, ocurre que la inmoralidad y sus acompañantes, tales como la corrupción, injusticias y desigualdades extremas, evasión de impuestos y muchos negocios inmorales “prosperan” protegidos a la sombra de una legalidad acomodada o amañada, condenando a la sociedad, institución u organización  y sus ciudadanos, miembros o integrantes a un dudoso e incierto futuro.

En el buen sentido, ocurre también que algunas veces nuestras normas morales pueden entrar en contradicción con las leyes cuando sentimos algunas injusticias en éstas. La moral es un sistema normativo de cada cultura, por ejemplo podemos hablar de la moral cristiana, así como de tantas normas morales como culturas. El riesgo es que la continua práctica de lo amoral, aquello que prescinde del fin moral, puede convertirse en parte de la cultura y la diaria práctica, llevando a la sociedad y sus integrantes a un camino de deterioro y destrucción.  Parte de la tragedia y desaparición de los grandes imperios de la historia parece relacionarse con la perdida de la brújula moral.

Tengamos presente que la moral es un sistema normativo cultural guiado por valores tales como la justicia, la verdad, el respeto, la libertad y la paz, entre otros. El líder debe garantizar que las leyes y la moral caminen de la mano, y él debe dar claro ejemplo. Es un hecho que no puede existir un desarrollo económico sustentable en el tiempo para una nación, comunidad, institución o empresa sin un desarrollo moral paralelo. Perder el rumbo moral, no es simplemente desviarse, es perder el rumbo. Muchas grandes corporaciones y organizaciones, que hoy día no existen, perdieron su rumbo moral.

La pregunta compleja es ¿Cómo escoger entre lo que está bien o lo qué está mal? Cómo definir lo ¿Qué está bien o lo qué está mal? Para resolver de manera práctica este dilema ético, recomiendo considerar las palabras del  filósofo francés y Miembro del Comité Nacional de Ética de Francia, André Comte-Sponeville, quien lo ha expresado a través de dos geniales preguntas: La primera pregunta : “¿Quieres saber si tal o cual acción o conducta de tu parte es buena o condenable?; la segunda, debes preguntarte: ¿Qué ocurriría sí todos se comportaran como tú?”.

El líder no solo debe transitar  y dirigir a sus seguidores por el camino legal, sino que todos sus propósitos y acciones deben perseguir un fin moral, para lograr un liderazgo colectivo e individualmente nutritivo, de beneficio y bienestar para todos y sustentable en el tiempo.

Publicado por

Miguel A. Terán

Psicólogo especialista en Desarrollo de Líderes y Organizaciones, Coach Certificado, Diplomado en PNL y Psicología Positiva, Certificado en Gestión de Recursos Humanos. Ha ejercido cargos de gerencia y dirección regional en el área de latino-américa, para importantes empresas (PwC-PricewaterhouseCoopers, GSK-GlaxoSmithKline, Quaker Oats Company, entre otras). Profesor universitario (UCV), Coach Organizacional, de Liderazgo, Profesional y de Negocios. Escritor, Orador, Entrenador e Instructor en Programas de Formación y Desarrollo Ejecutivo, Gerencial y de Liderazgo.

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