Los líderes deben comprender, en este momento crítico, la importancia de enfocarse, sin dispersiones, en su lucha contra esta pandemia. Miguel A. Terán

La crisis real y aún más potencial por la pandemia del CoronaVirus, parece un hecho que exige a los líderes, en todos sus entornos, sean políticos, de gobierno, corporativos, empresariales, institucionales, educacionales, religiosos y sociales, dirigir todos sus esfuerzos y los recursos a su disposición para atacar el problema que representa este virus.

Dividir o dispersar la atención, esfuerzos y acciones tratando de continuar llevando algunas actividades en sus respectivas áreas en “Situación Normal”, o como se dice en el argot o lenguaje de negocios: “Business as Usual” o simplemente en algún ilógico afán de cumplir con los “Proyectos” previamente establecidos, produce una falsa sensación de que “No está pasando nada”. Y la verdad es que si está pasando y mucho. Algunas actividades desenfocadas -con relación al momento y la circunstancia- podrían recordarnos a “Los Músicos del Titanic”, tocando mientras el barco se hundía.

Es absolutamente cierto que algunas actividades básicas deben continuar realizándose para que las cosas funcionen, principal y únicamente en aquellas actividades que podríamos considerar críticas para que el mundo continúe operando y las personas viviendo. Actividades o procesos que han venido funcionando con ciertas deficiencias durante algún tiempo, con seguridad podrán continuar “funcionando” algunos meses más, porque no parece oportuno dedicar tiempo y recursos en arreglarlas.

Igualmente, desgastarse buscando culpables al problema y dispersar -de esta manera- mente y corazón en temas distintos a resolver el problema, no hace ningún sensato ni racional sentido. En realidad, no sabremos ni cuantas temporadas ni cuantos capítulos tendrá esta pandemia del coronavirus. Así que debemos prepararnos, tal vez, para una larga batalla.

Es momento de tomar conciencia que todos somos uno, estamos en un mismo globo, y que de las acciones de unos dependerá el buen resultado para todos. En este momento -de ninguna manera- son válidas ni luchas políticas, ni batallas económicas, porque -en este caso- el enemigo es común para todos. No es válido “dedicarnos a pintar la pared, cuando se nos está cayendo el techo encima”, dediquémonos a salir de debajo del techo y/o a reparar el techo, cualquiera otra acción no es válida.

Tampoco es razonable disminuir o minimizar el riesgo, es necesario ser claros, sin generar pánico, porque parte de la solución está en cada uno de nosotros, y eso nos da cierto nivel de control, más allá de los esfuerzos que puedan hacer los gobiernos. Nuestro rol es reconocer el riesgo y -en consecuencia- respetar cuarentenas, distancias sociales, lavado de manos y otras medidas de precaución y previsión vitales para evitar que el virus continúe esparciéndose a sus anchas. No reconocer el riesgo es motivar a que bajemos la guardia.

Creo que muchas personas que intentaron «reducir» el pánico expresándose a través de las redes, minimizando el impacto y las consecuencias del virus al asociarlo a una simple gripe, hoy-por-hoy, deberían reconocer que el problema no era el pánico, sino que en verdad existe un enemigo pequeño y muy peligroso que ha puesto de cabeza al mundo. Y ante el cual, toda las sofisticada industria del armamento nada puede hacer. En todo caso, me atrevería a afirmar que una de las causas del desarrollo y crecimiento de este problema estaría más relacionado con la ignorancia e incredulidad que con el pánico.

Cuando alguien utilizó estadísticas -porque me imagino que nadie en su sano juicio lo haría ahora de la misma manera- para afirmar que el virus era una especie de gripe y que el porcentaje de muertes era muy bajo, me pregunté si ese número porcentual -traído de las estadísticas- tendría el mismo frio significado para alguien que pierda a un ser querido en esta tragedia. Y concluyo, afirmando también un rotundo: No.

Los líderes mundiales deben enfocarse y unir esfuerzos ante un enemigo común, olvidando diferencias, aunque sea de manera temporal. Mientras que los líderes corporativos, empresariales e institucionales deben reconocer su vital rol para dosificar o cambiar la forma en que operan sus actividades y negocios, contribuyendo de esa manera a evitar que más personas se contagien durante el transporte al lugar de trabajo o al estar en contacto en oficinas, áreas de trabajo o en áreas de atención al público.

Todos -líderes y ciudadanos- debemos ser firmes en considerar que nuestro único enemigo es ese minúsculo y literalmente invisible virus, y todos los esfuerzos individuales y colectivos deben ir dirigidos a evitar que continúe su propagación y a salvar el mayor número de vidas humanas. El auténtico liderazgo exigirá que los líderes enfoquen su mente y corazón en resolver esta pandemia lo antes posible, para lograr -sin dispersión alguna- que sus decisiones y acciones no se desvíen de ese objetivo.   

Liderazgo en tiempos de CoronaVirus – Parte II

Si bien es cierto que este artículo -al igual que el artículo anterior Parte I- trata de acciones y recomendaciones para un efectivo liderazgo relacionadas con el manejo de la pandemia del CoronaVirus, también es cierto, que muchas de estas recomendaciones son genéricas y aplicables para la efectiva gestión de liderazgo en cualquier entorno o circunstancia.

Un elemento clave de una auténtica gestión en cualquier tipo y ámbito de liderazgo es la proactividad, habilidad que permite al líder anticipar eventos, circunstancias, necesidades o problemas futuros, para decidir, actuar o accionar a tiempo, en lugar de esperar a que algo suceda y simplemente reaccionar.

Particularmente, considero que el esfuerzo en esta crisis debería dirigirse o enfocarse a evitar contagios y disminuir la propagación del virus. Creo que una segunda acción en prioridad, pero que se puede llevar en paralelo, es desarrollar y consolidar todos los aspectos relacionados con los servicios médicos y asistenciales dirigidos a atender a las personas que ya han contraído el virus.

Si el liderazgo no prioriza adecuadamente, enfocándose en evitar los contagios y disminuir así la eventual propagación del virus, llegará un momento en que se distorsionarán las prioridades, al crecer el número de contagiados, y no habrá otra opción que dirigir todos los recursos y esfuerzos a atender a las personas que contrajeron el virus para evitar muertes, abandonando la labor preventiva.

A través de la historia de la humanidad ha habido innumerables pandemias con terribles resultados, parte de estos resultados obedecieron a la escasa o inexistente información, los virus llegaron y tomaron por sorpresa a pueblos y sociedades, literalmente acabando con muchos de ellos.  

En estos tiempos, por lo contrario, quizá con tanta información que nos abruma desde diferentes ángulos y perspectivas, corremos el riesgo de caer en la duda, escepticismo o incredulidad, para finalmente quedar desinformados. Hoy por hoy, la ciencia y la tecnología nos ofrecen alternativas y opciones para salir de esta crisis, quizá a mediano plazo, pero debemos apoyarlas con acciones proactivas de gobierno y personales, pero sobre todo desligarlas de otros intereses, impidiendo que no se desvirtúe su función.

Para los líderes contemporáneos está actual coyuntura no aparece en sus recetarios de gestión de gobierno, instituciones ni empresas. Es una experiencia novedosa que les exige dejar a un lado creencias, paradigmas, compromisos políticos y económicos, porque está en juego la viabilidad del sistema. La globalización sabemos que tiene muchos lados oscuros, pero con este globalizado virus, debemos reconocer que el mismo no se ha restringido o limitado a un continente, a una raza, a una religión, a un clase económica o social, porque ya sabemos que todos podemos ser víctimas, sin ninguna discriminación.  

Entonces, la tarea de los líderes es priorizar y enfocarse para tomar decisiones y acciones que resuelvan los efectos o consecuencias de la enfermedad, pero sobre todo deben enfocarse en cortar todas las opciones de propagación o expansión del virus. El adecuado uso del tiempo, evitando desvíos, perdidas de foco y autoengaños, permitirá a los líderes optimizar sus opciones de decisión y acción.  

Una palabra en inglés: “Timing”, sin exacta traducción en español, porque significaría para efectos de este artículo “la toma de decisiones y acciones en el momento correcto, exacto u oportuno”; es decir, en aquel momento clave para encontrar soluciones proactivas y reactivas a tiempo. Requeriremos de los líderes la habilidad y sabio criterio para decidir y accionar en el momento óptimo o correcto, y ese momento parece ser ahora mismo.

Un auténtico líder debe comprender que el ambiente o entorno en el cual ejerce su liderazgo representa un todo integral, que no puede ser aislado ni dividido en sus partes, porque en ese entorno los diferentes elementos y componentes se combinan, equilibrándose, compensándose y complementándose como condición básica para que el sistema alcance y conserve la armonía y balance requerido para sobrevivir.

Igualmente, el líder debe comprender que existe una interrelación de causa-efecto entre todos los diferentes componentes del sistema, y que ello implica que al tomar decisiones -y las correspondientes acciones- en un aspecto estarán afectando o impactando -para bien o para mal- otras áreas del sistema.

Para concluir, la idea y objetivo básico es evitar que el virus y sus consecuencias continúen propagándose; y ello, exige unir esfuerzos en una causa común, liderizados por la vital toma de conciencia por parte de todos los ciudadanos, quienes deben comprender las dimensiones y riesgos de esta crisis; pero con seguridad se requerirá por parte de los gobiernos mundiales la implantación de medidas inusuales, drásticas, coercitivas, represivas o impopulares, alejadas de compromisos personales, de negocios o partidistas, para el efectivo liderazgo con el cual debemos afrontar esta crisis.

Miguel A. Terán

Liderazgo en tiempos de Coronavirus – Parte I

El aspecto clave y crítico del problema que representa el Coronavirus está inicialmente relacionado con la negación de la realidad de su existencia, de su potencial y terrorífico impacto y, en consecuencia, la lentitud en responder con la necesaria rapidez ante un fenómeno -en gran parte- desconocido y que avanza a gran velocidad. Las palabras de la filósofo y escritora rusa-estadounidense Ayn Rand: “Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”, nos recuerdan que la realidad es la realidad y se hará presente de alguna manera, nos guste o no.

 “La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece”, expresaba -por su parte- el escritor y novelista estadounidense Philip K. Dick.  Los líderes deben entender y comprender que en algún momento la realidad los atrapará, sea esta o no de su agrado; por ello, desconocerla, negarla, disminuirla, desvirtuarla o sesgarla solo permitirá que sus consecuencias crezcan y se vayan de las manos, tomando inmanejables y costosas dimensiones.

Los líderes deben hacer el mejor de los esfuerzos para reconocer los problemas o conflictos reales o potenciales a fin de resolverlos, a tiempo, porque al hacer lo contrario solo los estarán incubando. Negar la realidad le roba al liderazgo valioso tiempo, quizá irrecuperable más adelante. En momentos de crisis, de ninguna manera los líderes deben perder tiempo buscando culpables, todo el esfuerzo y recursos debe estar dirigido a la efectiva coordinación de actividades y acciones para la solución del problema.

Estamos de acuerdo en reconocer que no siempre es fácil comprender ni definir la realidad, más aún cuando nos enfrentamos a un inusual problema o situación, pero es un hecho que el adecuado y efectivo diagnóstico de la situación es vital para prescribir las soluciones requeridas. Un inadecuado diagnóstico de la realidad, basado en suposiciones o salvaguardando personales intereses, con toda seguridad guiará al líder a una inadecuada escogencia de soluciones.

Reconocemos, igualmente, que el poder y la soberbia son factores que inciden en la distorsión de la realidad por parte de los líderes. El poder inadecuadamente manejado tiende a desvirtuar la realidad, por ello es normal que un individuo con posiciones de liderazgo y poder construya su propia versión de la realidad y se convenza de que es real. Adicionalmente, se rodeará solo de aquellos individuos que le aplauden esa versión de la realidad, lo cual lo hará distorsionar la ruta y tomar un camino libre de supuestos detractores de sus ideas.  

Es un hecho, tal como lo planteó el filósofo y escritor español José Ortega Y Gasset que “Hay tantas realidades como puntos de vista”. Sin embargo, a los resultados o consecuencias de la realidad pueden alterarla o cambiarla, para bien o para mal, las decisiones y acciones que se tomen en un momento determinado. Muchos problemas adecuadamente atendidos a tiempo perderán su potencia e impacto.

Ratificamos que “Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho” tal cual decía el escritor y bioquímico estadounidense Isaac Asimov. Hay realidades que más temprano que tarde debemos enfrentar, y entre más tiempo transcurra podría ser peor. Un milenario proverbio chino nos invita a “Excavar el pozo antes de que tengamos sed”. 

Muchas verdades o posibles verdades exigen al líder que su pensamiento tenga la necesaria amplitud para escuchar y entender diferentes perspectivas y puntos de vista, incluyendo aquellos que le afectan o –simplemente – le desagradan. No obstante, en oportunidades, lo que ocurre es que el líder terminará escuchando solo lo que quiere oír y observando solo lo que quiere ver, desechando todo lo demás. Es común, como seres humanos, que las percepciones sean distorsionadas por nuestras creencias y paradigmas.

Otro aspecto importante por considerar es que el líder, en este tipo de casos tan complejos y alejados de la dinámica normal, debe buscar apoyo y recomendación de expertos, que no necesariamente los va a encontrar entre sus fieles o fanáticos seguidores. La idea es escuchar a esos expertos y tomar ideas y planteamientos, analizadas desde diferentes ángulos y perspectivas, que den soporte racional y lógico a sus próximas decisiones y acciones.

La evolución de esta enfermedad brinda la oportunidad a los líderes de observar lo ocurrido en otros lugares. Y tomar decisiones y acciones distintas, para evitar cometer los mismos errores y enfrentar similares consecuencias.   Un antiguo dicho español cuyo origen se remonta al siglo XV, recomienda que “Cuando ves las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”. El líder debe aprender de las experiencias ajenas, sin dedicarse a negar similitudes ni a justificar diferencias.

De la calidad de sus decisiones y acciones, y de la relación de éstas con la realidad del problema o situación dependerá que se logren los mejores y más armónicos resultados para bienestar de todos. En este caso particular, la historia recordará a los actuales líderes por el éxito o fracaso de sus decisiones y acciones.  

Miguel A. Terán