Una vieja expresión refiere «Que la oportunidad hace al delincuente». En USA la facilidad de adquirir armas en general, y armamento de gran potencia en particular, hacen de un simple «loco” un potencial asesino colectivo. Parece lógico que podamos tener una pequeña arma en nuestra casa, una pistola, por si acaso; pero de allí, a tener arsenales que incluyen rifles de alta potencia y miles de balas, ya es otra cosa.

En un país, donde hasta para trabajar haciendo manicure y pedicure, se exige un entrenamiento de muchas horas, la presentación de exámenes y el requisito de una licencia de cosmetología, para luego cumplir con unas horas anuales de educación continua que permitirán la renovación de la licencia; luce entonces inconcebible, el libertinaje y descontrol en la compra de armamento.
Esa cosmetóloga recibe entrenamiento en temas de salud para no hacer daño por descuido o ignorancia a sus clientes. Pero, se puede comprar un arma de cualquier dimensión y potencia, con capacidad de hacer mucho daño, sin ningún requisito, más allá que disponer de los dólares necesarios para pagarla.
Es un hecho que todo control disminuye la oportunidad de quien podría delinquir. Establecer exámenes psicológicos, revisión de antecedentes y registros criminales como condición para el otorgamiento de una licencia, de limitada vigencia, para el porte de armas, y renovable cada cierto tiempo, evitaría muchas de estas tragedias.
En otros lugares del mundo, ese tipo de simple “loco”, sin fácil acceso a la compra de armas, no le queda otra opción -en su locura- que entrar con un cuchillo a una estación del metro e intentar apuñalear a algunas personas, quizá logrando hacer daño, pero muy limitado.
Sin embargo, este joven asesino de la tragedia que hoy nos enluta solo debió disponer del dinero para comprar esas armas y lo demás es una triste y reciente historia. Rezar es válido, pero como una segunda opción, porque si la consideramos la primera opción sería una triste demostración de conformidad, tolerancia y resignación.
No debemos permitir que lo anormal se convierta en algo normal. No debemos desensibilizarnos ante lo anormal e irracional. La idea es hacer algo, porque el día que este tipo de tragedia nos afecte directamente a alguno de nosotros o de nuestros seres queridos puede estar cada vez más cerca; «Our day is coming», en una escuela, en un centro comercial, en el trabajo o simplemente en una discusión de calle o con un vecino.
Entendiendo que existen en el sistema social fallas complejas que están produciendo problemas de salud mental, iniciar la búsqueda y reparación de éstas es la solución a largo plazo, ya que requerirán mucho tiempo -décadas quizá- para hacer y lograr cambios y transformaciones en la sociedad.
Pero, mientras trabajamos en encontrar y resolver esas raíces profundas del problema, debería existir la voluntad, la conciencia y el compromiso de políticos, gobernantes y ciudadanos para exigir y establecer leyes fuertes y estrictas en el control de armas, no leyes débiles, permisivas ni redactadas solo para defender intereses políticos o económicos.
Como ciudadanos es vital expresar nuestra voz de dolor y descontento en busca de cambios y -hasta que éstos ocurran- solo nos queda pedir a Dios que nos proteja. Desde nuestros corazones hagamos llegar sinceras palabras de pesar a los familiares de esas inocentes víctimas, que engrosan una lista que refleja la decadencia humana y social hacia la cual caminamos aceleradamente desde hace algún tiempo.