Dirección: Adrian McDowall, Gareth Tunley.
Una serie de Netflix de Seis (6) capítulos sobre la historia del Zar Nicolás II y los últimos días de la Dinastía Rusa de los Romanov.
A principios del siglo XX, el zar Nicolás II se resiste a los vientos de cambio y termina encendiendo la chispa de una revolución que acabaría -años más tarde- con su dinastía. Su autocrático y errático reinado causó la debacle económica y militar del Imperio ruso. Es una película interesante desde muchos puntos de vista, pero especialmente para el tema del liderazgo.
Desde el mismo momento en que el Zar Nicolás III asumió el poder demostró no estar preparado para tal responsabilidad. Reconozcamos que fue un error de su padre no haber formado adecuadamente a su sustituto. El zar Nicolás III, al contrario que la personalidad enérgica de su padre (Alejandro III), era de naturaleza gentil y abstraída, trataba de no vislumbrar sus ideas, inteligente, honrado y meticuloso, esencialmente tímido, romántico e idealista y con un carácter pacífico.
Gustaba de la disciplina y vida militar, era muy creyente, trabajador y responsable en extremo y llevaba una rutina de vida invariable. Le era difícil socializar, y a veces solía ser tachado de soberbio, sin serlo. Su formalidad y amabilidad circunspecta era más bien una barrera para quienes lo conocían y tuvo muy pocos amigos personales. Como padre y esposo, Nicolás II era un ejemplo para seguir. Todo ello, lo hacia un líder fácilmente manipulable.
Su gestión como líder fue un compendio de errores de liderazgo. Un individuo que desconocía y tenía escaso, casi nulo contacto con sus seguidores y con el pueblo. De acuerdo con sus propias palabras, carecía de formación política, y lo ignoraba todo acerca del gobierno del imperio. Parecía desconocer la pobreza del campesinado y la muy desigual distribución de la tierra. A su gestión se le atribuyen miles de muertos. La escucha de «asesoría» en temas de gobierno por parte de personas no calificadas -fue uno de sus grandes errores- entre éstos podemos mencionar los consejos de Rasputín y de su misma esposa la Zarina Alejandra, y muchos -tal vez innumerables – errores más.
Si comparamos a Nicolás II con Alejandro Magno, a éste último -Alejandro Magno- su padre lo preparó para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual y científica en las ramas que este abordó, como filosofía, lógica, retórica, metafísica, estética, ética, política, biología, y otras tantas áreas. Muy pronto (340 A. C.) su padre lo asoció a tareas del gobierno nombrándolo regente, a pesar de su juventud. Sus múltiples hazañas y logros lo convirtieron en un mito y uno de los mayores iconos de la antigüedad, aunque también tiene sus detractores.
Por el contrario, la pésima gestión de liderazgo del Zar Nicolás II fue causa para que surgieran innumerables descontentos, y se gestarán por años movimientos que finalmente acabaron con la dinastía rusa, aunque sin duda quien acabó con la dinastía fue la ineptitud del propio Nicolás II, y tal vez -también- la culpa de su padre, Alejandro III, por no haber preparado adecuadamente a su sucesor. Interesante película, más allá de la mezcla de ficción y realidad. Y de un final, nunca justificable.
Hoy día y en pasado reciente, errores por parte de líderes políticos, de líderes de gobierno y de líderes empresariales, se suceden en muchas sociedades, generando malestares que ponen en riesgo los sistemas democráticos. El mensaje de la película, en ese aspecto, es muy válido y debe llevarnos a reflexionar y tomar conciencia acerca de la importancia de un efectivo liderazgo que beneficie a todos y no solo a unos pocos.
Información de referencia: Netflix & Wikipedia