El liderazgo es, ha sido y será un proceso básico en toda actividad de la raza humana, y la historia de la humanidad así lo demuestra. Muchos líderes a través de los tiempos han guiado a pueblos y organizaciones por buenos senderos, otros –por lo contrario- los han guiado y llevado hacia oscuros precipicios.
Debemos reconocer que la huella positiva o negativa de líderes – auténticos e inauténticos- puede ser –literalmente- imperecedera en el tiempo. Tengamos presente que «El líder pasa, su tiempo de liderazgo es finito, pero tanto sus aportes como sus daños pueden permanecer vigentes».
El liderazgo se da en todos los sistemas sociales y, es un hecho, que estos sistemas evolucionan e involucionan a través de procesos, cuyo insumo principal –para consolidarse- es el tiempo. Muchas de esas huellas de líderes han quedado marcadas en el ADN cultural de naciones, pueblos y organizaciones, para bien o para mal.
Las consecuencias de enfrentamientos y conflictos bélicos, sociales o religiosos provocados o incentivados por líderes –gran parte de éstos con oscuros intereses y razones- permanecerán haciendo daño por generaciones a muchos pueblos. Innumerables líderes han hecho “tontas jugadas” en organizaciones, llevándolas a la quiebra moral y financiera, y barriendo las esperanzas de sus inversionistas, el sustento y bienestar de sus trabajadores y el progreso del entorno.
Algunos líderes que no han comprendido su rol social, han estimulado y permitido la salida de organizaciones hacia otras tierras, basados solo en una perspectiva economicista, que busca mayores beneficios para unos pocos en detrimento y perjuicio de muchos. No son escasos los líderes que demostrando un total desconocimiento del funcionamiento de sistemas y procesos, pretenden hacer cambios o reversar los existentes “overnight”, de la noche a la mañana, causando daños a mediano y largo plazo en busca de resultados a corto plazo.
El líder definitivamente debe comprender que para revertir esos cambios se requerirán nuevos procesos y tiempo. Igualmente, debe comprender la variedad de factores involucrados en los procesos sociales y económicos, reconociendo que por más exitoso que sea el proceso de reversión, los sistemas, sus interacciones y partes –especialmente la gente- nunca volverán a ser lo mismo que algún día fueron.
Ese desconocimiento de la importancia del rol del líder, no solo para el bienestar presente sino sobre todo para el futuro, ha permitido que de manera inconsciente –y hasta irresponsable- escojamos líderes basándonos en nuestra afiliación política, religiosa o social, o peor aún en su carisma o -muchas veces- al escoger a aquel individuo que supo capitalizar a su favor la necesidad del momento y preparar el adecuado discurso. Líderes que de haberlos evaluado con mejor y más responsable criterio, hubiéramos podido reconocer que no representaban la mejor alternativa ni opción de futuro.
Muchas organizaciones y corporaciones también han escogido líderes basándose solo en las habilidades de éstos para conseguir resultados de negocio a corto plazo, sin reconocer sus desequilibrios de liderazgo en otros aspectos de mayor importancia para la supervivencia a largo plazo de las organizaciones.
La falta de ética y escasos escrúpulos han hecho brillar a muchos líderes organizacionales, pero con un brillo efímero –no duradero- resultado de no haber comprendido que “La ética es saber la diferencia entre lo que tienes derecho de hacer y lo que es correcto hacer”, tal cual lo afirmó Potter Stewart, Miembro de la Suprema Corte de los Estados Unidos.
Un auténtico líder debe ser visionario, con capacidad de proyectar el impacto, consecuencia y resultado de sus decisiones y acciones en el tiempo, de manera tal que los logros de su gestión de liderazgo vayan avanzando y alcanzándose paulatinamente durante su período de actividad, pero sobre todo garantizando que estos logros continúen consolidándose cuando ya el líder hay culminado su tiempo.
Más allá de nuestro aporte y esfuerzo individual, tengamos presente que de la calidad del liderazgo de hoy dependerán las condiciones en que viviremos el día de mañana; como es un hecho, que nuestras condiciones actuales son resultado -en gran parte- del liderazgo de ayer.
Miguel A. Terán
Psicólogo, Coach, Orador y Escritor.
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