El voto y la elección genuina son dos elementos básicos en el proceso democrático. Refiero la palabra genuina, para diferenciar este proceso de las votaciones falsas y viciadas, que a través de los tiempos, se han llevado a cabo en muchas dictaduras disfrazadas de democracia.
Entre las características de esos procesos electorales falsos resaltan la escasa participación de votantes y la –también- escasa transparencia en los resultados de las elecciones. Por lo contrario, una auténtica democracia brinda a sus ciudadanos la oportunidad de escoger, entre las diferentes opciones políticas, individuales y partidistas, la alternativa que represente una mejor propuesta de gobierno, sustentable en el tiempo y que contribuya a satisfacer las necesidades de la sociedad y sus miembros.
Es un hecho que con el voto comienza todo el proceso de gestión democrática. Los procesos electorales están dirigidos a validar la institucionalidad y otorgar legitimidad a los gobernantes. Es, sin lugar a duda, una responsabilidad que la sociedad nos asigna a los ciudadanos, y que debemos asumirla y ejercerla no solo con madurez y sabiduría, sino sobre todo con conciencia.
El elector debe exigir a los candidatos políticos, propuestas y planes de gobierno viables, que den respuesta y satisfagan las necesidades de la sociedad y sus miembros, no solo a corto plazo, sino a mediano y largo plazo. Entre esas necesidades básicas de la sociedad, que deben atender políticos y gobernantes, están salud, educación, empleo, vivienda, transporte, seguridad, entre otras.
Es válido reconocer que las sociedades van construyéndose o destruyéndose en procesos, en el transcurso del tiempo, resultado de aciertos y errores en su gobernanza. Sería un sinsentido afirmar, que una sociedad que funcionaba “perfectamente” se destruyó de la noche a la mañana. Para más información, leer el artículo: ¿Cuándo se inicia un problema?, que aclara el tema de los procesos.
Lo cierto es que esos procesos degenerativos de las sociedades, son como una metástasis, que propaga anti-valores los cuales relajan y resquebrajan las bases culturales y morales de la sociedad y, entonces, todos los acuerdos y convenciones sociales basadas en valores y dirigidas al bienestar común se pierden, y la decadencia es cuestión de un poco más de tiempo.
Las sociedades, al igual que los seres humanos, se deterioran y destruyen desde adentro de sí mismos. A través de la historia, muchos conflictos bélicos han sido como las guindas, aquello que remata o culmina algo. Muchas sociedades –en el pasado- estaban insepultas, se habían podrido desde adentro, y una guerra –simplemente- las enterró.
Es importante tener presente, que la política tiene como objetivo contribuir a través de su servicio a la satisfacción de las necesidades colectivas, y a las individuales a través de lo colectivo, participando activamente en la gestión de los diversos temas que plantea la convivencia humana en sociedad. La gestión política, una vez convertida en gobierno, debe procurar alcanzar el bien común e integral de todos los miembros de la sociedad, sean estos individuos, familias, organizaciones e instituciones. Resumiendo, su razón de ser es servir a la comunidad y a todos sus integrantes.
El objetivo es que ese proceso de libertad para elegir que nos otorga el voto, se haga realidad en el desarrollo económico y social de las comunidades, sociedades y países. Que como ciudadanos y electores escojamos con el mejor criterio las opciones políticas que garanticen procesos institucionales sanos, armónicos y balanceados, que reflejen un efectivo equilibrio entre lo político, el Estado, la sociedad civil y el mercado.
Tenemos el «Derecho a Votar», pero también tenemos el «Deber de Votar». No ejercer el derecho a votar y tampoco cumplir con el deber de hacerlo, no nos exonera de culpas; por lo contrario, tengamos presente que “No votar es haber votado por el ganador”.