Comencemos por otorgar magnanimidad o grandeza a la palabra Estadista, ajustemos –para ello- el simple significado que le otorga el diccionario, cuando describe al estadista como una “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”. La palabra así definida, no significa nada especial, porque un político cualquiera –de los que abunda- con algunos años de “experiencia” y “conocimiento” de lo político podría hacerse merecedor a esa simple calificación.
A mi entender la palabra estadista no solo define a alguien con conocimiento y experiencia de lo político, sino que describe a ese especial individuo, cuyo nivel de conciencia lo ubica por encima –tanto- de los intereses partidistas como de los intereses propios de otros sectores de la sociedad, cuando éstos se alejan del Logro del Bien Común, que es el objetivo principal de un auténtico estadista.
El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, afirmaba que “el estadista era un ser incomprendido, que se ocupa de las cuestiones de largo plazo y toma decisiones impopulares a corto plazo, en tanto que la mayoría de los políticos se preocupan de los resultados inmediatos de sus acciones”.
En similar orden de ideas, Sir Winston Churchill, el famoso Primer Ministro del Reino Unido, afirmaba que “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Sin duda, que ambos Ortega y Churchill, definieron con precisión lo que debe hacer alguien para merecer el calificativo de estadista.
Entonces, un estadista debe conocer no solo la teoría política sino principalmente la realidad política, social y económica de la comunidad que pretende dirigir. Un estadista realizará cambios y transformaciones que dejarán huella positiva e imborrable para el futuro de las nuevas generaciones.
Un estadista debe ser un individuo capaz de crear sistemas y procesos que permitan satisfacer las necesidades de la población para resolver de raíz los problemas existentes, cuidando que el impacto y resultado de sus decisiones sea positivo en el tiempo. Parafraseando a Ortega y Gasset, las decisiones, acciones y obras del estadista podrían resultar impopulares en el corto plazo, pero serán efectivas en el largo plazo.
Entre las responsabilidades más importantes de un estadista están sus esfuerzos por mejorar no solo el nivel de vida de la sociedad o comunidad que lidera, sino la calidad de vida de sus ciudadanos. Y para ello, debe entender claramente la diferencia entre ambas.
Un estadista profundizará en la búsqueda de las causas y en la comprensión de los procesos, para entender la evolución de éstos y planificar su proyección en el tiempo. Se preocupará y ocupará por lograr el equilibrio integral del sistema, decidiendo con conciencia de armonía y balance entre las diferentes partes que lo componen, incluyendo estrategias de liderazgo que van más allá de las fronteras de su gestión, en consideración a que no dirige sociedades o comunidades aisladas, sino que éstas son parte de un todo.
Para concluir un estadista no es un político, en el sentido tradicional, es mucho más. Es un individuo de clara visión de futuro, así como de amplia y profunda conciencia social. En esta perspectiva, debemos reconocer que son muchos y abundantes los “líderes” o pseudolíderes políticos, pero cada vez más escasos los líderes que realmente merecen ser llamados estadistas.
Un comentario en «Un auténtico líder político debe ser un estadista. En otras palabras, un individuo –según lo definió Winston Churchill- “Que piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Miguel A. Terán»