Muchas «democracias» se han mantenido por años -literalmente- «guindando», soportadas básicamente en la ignorancia de los pueblos. Pero la ignorancia, para estos efectos, es un arma de doble filo, como puede «cortar» para un lado, puede también hacerlo para el otro. Ello ocurre cuando un sociedad con un «sistema democrático» la vemos «de repente» transitando hacia otro extremo político.
El caso es que un individuo que es fácilmente manipulable por una determinada corriente política o por un liderazgo basado en emociones, entre ellas el miedo y la ira, será fácilmente manipulable por cualquiera otra corriente que explote lo mismo, desde la acera de enfrente. En este individuo la ignorancia y la emocionalidad hacen estragos en su capacidad de decisión, donde la racionalidad y la conciencia son dos grandes ausentes.
Esa es la razón por la cual el sistema social debe formar ciudadanos instruidos, educados y críticos, quiero decir adecuadamente informados y conscientes de lo que ocurre en su entorno cercano y en el mundo, así como claros en sus compromisos, deberes y derechos. En otras palabras, un individuo capaz de criticar o defender con válidos argumentos sus puntos de vista.
Tengamos presente que no es viable o no será sustentable en el tiempo una democracia donde los ciudadanos sean individuos ignorantes, apáticos e inconscientes. La razón para esta afirmación es que este tipo de individuo no da equilibrio al sistema, ya que es una pieza movible y manipulable a discreción del líder o partido político de turno. Sin ese equilibrio de los ciudadanos el sistema tiene a desbalancearse haciéndose cada vez menos armónico.
Expresaba el Libertador Simón Bolívar que “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, expresión que no dejado de tener razón y la historia ha demostrado como los pueblos ignorantes son atrapados por gobernantes y falsos líderes que los hacen caminar por oscuros senderos. Sigue leyendo Un ciudadano instruido, educado y crítico es condición vital para consolidar una sociedad democrática. Miguel A. Terán