
Dar pasitos para adelante y pasitos para atrás, aplica con sobrada razón al acto de bailar, sin esta secuencia de pasos no sería posible lograrlo. Sin embargo, en liderazgo, durante situaciones de problema, tal conducta es absolutamente riesgosa, debido a que solo permitirá a los problemas crecer, consolidarse, desarrollarse y avanzar, mientras permanecemos -literalmente- sin movernos del sitio original, ya que avanzamos algo y retrocedemos, ese mismo algo o quizá más.
En muchas oportunidades el liderazgo, erróneamente, pretende “estar bien con Dios y con el diablo”, tomando erráticas decisiones y acciones. Ello lleva a “avanzar” hacia un lugar incierto, desde el cual es muy probable que debamos dar marcha atrás, dejando una sensación de improvisación y caótica gestión, mientas se despilfarra valioso e irrecuperable tiempo.
No obstante, es necesario aclarar que no es realmente cierto que -con un paso adelante y otro paso atrás- permanezcamos en el mismo lugar original. La razón es que las circunstancias, variables y actores cambian con el tiempo, permitiendo que los problemas crezcan y se consoliden, afirmando y diversificando sus raíces, mientras se multiplican sus síntomas y consecuencias.
En otras palabras, un problema de hoy -al no ser atendido efectivamente y a tiempo- no será el mismo problema con el cual debemos enfrentarnos el día de mañana.
Por tal razón, es vital que el líder analice y evalúe cuidadosamente sus decisiones y acciones antes de llevarlas a la práctica, más aún en situaciones complejas, desconocidas o de potencial crisis, para evitar correr el riesgo de arribar a puntos de no retorno.
Para decir y actuar, el líder junto a su equipo y asesores debe seleccionar, organizar e interpretar la información disponible, así como la evolución y potencial proyección de la data. Conocimientos, experiencia y sapiencia, se requieren para desarrollar ideas desde diferente perspectiva y ejecutar acciones que den efectiva respuesta o solución al problema.
El líder debe tener conciencia que definir la realidad es su tarea más importante y complicada, porque si el diagnóstico de la realidad es equivocado, todo o buena parte de lo que se haga posteriormente será equivocado. Para ello, el líder debe tener mente abierta y buscar una visión de 360 grados sobre la situación, siendo cauteloso y de mente y corazón abiertos, para evitar que sus creencias, paradigmas, juicios, actitudes o intereses sesguen esa realidad.
Es muy importante reiterar que el efectivo diagnóstico del problema es vital, porque de este diagnóstico va a depender la prescripción, en otras palabras, el remedio y la dosificación. Potenciales errores pueden ocurrir, resultado del inadecuado diagnóstico, que llevarán a escoger el remedio incorrecto o la dosis equivocada, llevando la situación de un problema a una crisis.
Si bien es cierto que el líder debe ser cuidadoso para no causar falsas alarmas, de ninguna manera debe lograrlo minimizando u ocultando el problema, porque ello dispersará o diluirá la atención esfuerzos, recursos y acciones, mientras sus palabras generarán una situación de “falsa normalidad”, que transmite la errónea sensación de que “no está pasando nada” o que “todo está bien”, lo cual conlleva a “bajar la guardia”, mientras el problema puede continuar evolucionando hacia una crisis.
“Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera” decía Albert Einstein. Y, es por ello, que el líder debe predicar con su buen ejemplo, ya que en su ejemplo se reflejará su real conciencia acerca de la situación y el problema, lo cual llevará a sus seguidores a transitar por ese mismo camino.
En el liderazgo de gobierno o político una decisión inadecuadamente tomada, bajo presión, con errores de forma y fondo resultado de un sesgado o incompleto análisis, obligará -más temprano que tarde- a retroceder, ir de vuelta atrás, con costos económicos asociados, pérdida de credibilidad y apertura de espacios a un problema de mayores dimensiones.
Es un hecho que el liderazgo -regularmente- se encuentra enfrentado a polaridades. Y encontrar el “Camino Medio” no siempre es tarea fácil, mucho más cuando hay extremos polarizados. Sin embargo, el líder debe reconocer -luego de evaluar con sabiduría la realidad- que algunas decisiones adecuada y efectivamente ponderadas deben tomarse, porque ello -con segura probabilidad- le permitirá «ponerse rojo una vez y no rosado muchas veces”; evitando el color rosado, resultado de “un pasito para adelante y otro pasito para atrás”.
Miguel A. Terán